Estoy poniendo en práctica uno de los experimentos que aparecen en el libro La vida secreta de las plantas. Si sale, bufff… ya no sabré qué pensar. Y si no sale… creo que también… Vaya libro… qué locura…

Actualización 14 Feb. 2021:

Estas navidades me regalaron un libro muy especial La vida secreta de las plantas. Entre otras maravillas en este pedazo de libro se explica cómo las plantas son capaces de reaccionar al pensamiento humano y para ello muestran toda una serie de ensayos científicos que lo corroboran (y luego uno tiene que hacer el trabajo de creérselo o no).

Uno de los experimentos que tratan de confirmar esta hipótesis funciona así:

1. Coges dos hojas de una misma planta y similares características.
2. Las pones una al lado de la otra.
3. Cada mañana le das los buenos días y le deseas buenos pensamientos a una de las hojas e ignoras a la otra.
4. Según este experimento la hoja a la que ignoras se marchitará antes y la otra aguantará verde y sana más tiempo.

No creí que fuera posible semejante locura así que me levanté del sofá y me propuse probar el experimento con dos hojas de una Potus.

Pero pasó algo inesperado, a los dos día de empezar el experimento decidí que me daba igual el resultado. Me gustaba tanto pensar que funcionaba y que estamos conectados de una manera tan bonita a seres vivos tan diferentes que pasara lo que pasara seguiría viviendo pensando que sí, que le puedo dar los buenos días al helecho que tengo en la cocina y al almendro que tengo en la terraza.

Y también decidí extendender esa forma de ver el mundo porque…
¿Que es el arte si convertimos nuestra existencia en un aburrido mundo mecanicista? ¿Qué es la vida si no la podemos condimentar con un poco de mágia?

A las dos semanas de iniciar el experimento se empezó a dispersar el bloqueo creativo que iba arrastrando durante 2 o 3 años.

Así que bueno… así andan las cosas.

Ningún “artista” sin su dosis de locura.